Dra. Ana Luisa Muñoz: “Falta visión para pensar la investigación y su contribución a la sociedad”

Ana Luisa Muñoz es doctora en Cultura Educacional, Política y Sociedad de la Universidad del Estado de Nueva York, Buffalo. Trabaja como académica de la Universidad Andrés Bello, y forma parte de RIECH desde el 2013. En mayo, junto a Daniela Véliz (investigadora de la Universidad Católica en temas de educación superior y género), participaron en la Comisión de Ciencia y Tecnología del Congreso para exponer sobre el rol de la investigación en Chile desde la mirada de la Educación.

Una realidad conocida por la mayoría: Chile tiene muy baja inversión en investigación, alrededor de un 0,37% del PIB, y este porcentaje principalmente está destinado a ciencias naturales. Le preguntamos a Ana Luisa sobre la forma que influiría una inversión mayor en la investigación en ciencias sociales y la relevancia que tendría esta discusión de investigación para nuestro país.

Por Natalia Luz, periodista de RIECH

¿Por qué te interesaste en estudiar las políticas científicas en Chile? ¿Cómo comenzaste?

Comencé haciendo estudios sobre educación y pobreza en La Araucanía, y luego profundicé en estos temas desde los programas de formación de profesores. Cuando me dediqué a estudiar cómo se desarrollaba la construcción del sujeto en situación de pobreza y de pobreza como realidad, me di cuenta que uno de los discursos potentes en esas construcciones era el de la academia.

Analizar cómo las construcciones de realidad se hacen, es lo que me apasiona. Los últimos diez años he tratado de entender cómo se construye el conocimiento desde la academia en las ciencias sociales y humanidades. Las preguntas que me hago para la investigación son sobre el financiamiento y los procesos regulatorios de las investigaciones que se hacen hoy en día, porque casi el 90% de los fondos para investigación van a las universidades. El origen de la regulación está en una lógica de poder, y eso lo podemos ver a través de los requisitos para obtener un fondo, como las exigencias que permiten que te mantengas o no trabajando e investigando en la academia. Y estos marcos no solo son de acá, son globales, y rigen qué temas, quién y cómo se investiga en Chile.

Esta lógica involucra no sólo la disponibilidad de recursos para financiar proyectos en el país, sino también las tradiciones de una disciplina, las posiciones de los académicos en sus carreras profesionales, aspectos de las instituciones, y también la relevancia que hoy día tiene la colaboración internacional de la investigación.

¿Cuál es el problema del financiamiento en la investigación en Chile? ¿De dónde se origina, en su opinión?

Hay un acuerdo generalizado que la investigación tiene un financiamiento muy bajo. Se aspira a llegar al 1% del PIB, y existe toda una discusión sobre la comparación de Chile con los países líderes de la OECD y el promedio de inversión en investigación. Yo creo que el financiamiento es solo una parte del problema, y lo más importante tiene que ver con una falta de visión de país sobre la importancia de la investigación como elemento clave para el desarrollo, pero además para pensarnos como sociedad.

¿Qué implicas al decir, “pensarnos como sociedad”?

Pensarnos como sociedad significa no sólo identificar cuales son los problemas que atañen a la mayoría de los ciudadanos, sino además, hacía donde queremos ir como país, qué tipo de país queremos construir. ¿Queremos seguir siendo un país exportador de materias primas o queremos agregarle valor a nuestros recursos naturales?, ¿un país que reconoce la identidad de sus pueblos originarios o queremos abordar de manera superficial el conflicto del Estado Chileno con el pueblo Mapuche en la Araucanía?, ¿una educación que reconozca la diversidad de los sujetos que viven en este país en todas sus identidades, o una educación pensada para homogeneizar, lo que significa además, discriminación?

Todas esas preguntas implican investigación sobre conocimiento y sociedad. Una apuesta política por la investigación implica no sólo aumentar el financiamiento sino además crear cultura de investigación. En Chile hay falta de visión sobre ello desde los gobiernos, y eso es visible no sólo en el bajo financiamiento que tenemos como país OECD pero además de la poca discusión sobre el conocimiento que estamos construyendo y qué queremos como sociedad. La discusión se ha reducido a más o menos plata, ministerio o no ministerio, pero lo cierto es que el significado de construir investigación es mucho más que eso.

Para ejemplificar esto, Ana Luisa considera que los recursos que se entregan para investigación en ciencias sociales están limitados por el predominio de las ciencias naturales e ingenierías al momento de financiar un proyecto.  Explica:

Hay quienes trabajan temas indígenas desde una perspectiva social, y para poder mantenerse trabajando en la universidad, deben cumplir con el requerimiento de publicación de sus trabajos, lo que está asociado a la adjudicación de fondos de investigación para sostener su trabajo. Muchas veces  los investigadores [en ciencias sociales] se articulan, a veces, a proyectos de agronomía o ingeniería para poder sobrevivir en la academia.

El hecho de articularse a otra disciplina como una ingeniería, de hecho puede beneficiar procesos de interdisciplinariedad…
La razón de algunos investigadores de ciencias sociales para articularse con disciplinas de las ciencias naturales, en este caso, es cumplir con requerimientos de publicación y financiamiento. Casos como este hay muchos, y el cuestionamiento no es la articulación con otras disciplinas, el cuestionamiento es la razón, ¿por qué académicos de las ciencias sociales y humanidades se desplazan a proyectos de las ciencias naturales?. Este problema está en el financiamiento: si le estoy pidiendo a los investigadores de las ciencias sociales que mantengan niveles de productividad científica, con cifras que responden a las ciencias naturales, es difícil. Porque la lógica y los tiempos de cómo se construye conocimiento en esta área es distinta, punto.  

¿En el ámbito del financiamiento a la investigación, cómo se puede empezar a validar el estudio de las humanidades, por sí mismas?

Necesitamos una apuesta de desarrollo en la construcción de conocimiento desde las humanidades y ciencias sociales. Hay una desvalorización de la investigación en  humanidades  y ciencias sociales que viene desde la dictadura. El caso chileno es un poco distinto al de otros países, la forma como se intentó eliminar el pensar en Chile durante el régimen militar no se reduce a la quema de libros en las calles. En Chile se intervinieron las universidades, muchas carreras, como sociología fueron cerradas y no se abrieron hasta los noventa, estudiantes y académicos fueron exonerados, exiliados o asesinados, y el desarrollo de las ciencias sociales y humanidades de los últimos treinta años aún resiente ese quiebre que produjo la dictadura. Esa marginalización que sufrieron la ciencias sociales persiste hasta hoy, y eso hay que cambiarlo. ¿Para qué queremos desarrollar conocimiento? ¿Para fines económicos y para qué más?

Para avanzar en este ámbito, lo primero es que tiene que haber una apuesta política, y también hay que empezar a cuestionar la idea de “desarrollo” que subyace a la idea de investigación. ¿Investigación para qué tipo de desarrollo? Si empezamos a conversar de esto, si nos sentamos a cuestionar esto nos damos cuenta que hay una lógica economicista muy potente en la investigación en Chile, y si no cuestionamos las lógicas que subyacen a la construcción de conocimiento desarrollamos una investigación instrumentalista que responde a intereses de unos pocos.

¿Cuál sería el beneficio de empezar a investigar sobre cultura, educación, artes, las humanidades? ¿Qué empezaría a cambiar?

¿Cuántas investigaciones se han financiado durante los últimos diez años para entender la problemática de violencia de género en Chile desde CONICYT? Me atrevería a decir cuatro, ocho. Si piensas, ¿cuánto vemos a diario sobre violencia, y cuánto se investiga sobre violencia? Necesitamos investigación que nos permita cuestionar todas, y cuando digo todas, es todas las instancias que nos hacen reproducir la violencia que vivimos en nuestros cuerpos, y para ello necesitamos diferentes perspectivas, la criminalización del feminicida, y más penas, está claro que no es suficiente. Si no, se reproducen estereotipos y formas de hacer y conocer que son tradicionales y que en el fondo, no aportan. Yo creo que eso pasaría, movilizarnos de las seguridades discursivas a una no-conocida, de la seguridad de quien eres y lo que conoces a algo desconocido.

Por ejemplo, un problema de país: el femicidio. Hay investigaciones sobre violencia contra la mujer en Chile, pero problematizar el feminicidio hoy día requiere mirar las formas en cómo esa violencia está siendo construida, mirar no sólo qué pasa con la mujer de 25 años y el hombre que la golpea, sino el cómo construimos violencia desde la educación, desde la primera infancia, cuáles son los discursos que emergen desde el poder judicial, desde la religión, la escuela, los servicios de salud.

¿Cuál es el discurso de la academia? ¿Cómo influye en la forma de hacer investigación, desde tu perspectiva?

No podría hablar por toda la academia, mi investigación se ha focalizado en ciencias sociales y humanidades, y la discusión desde RIECH en investigación en educación ha sido otra fuente de información para el tipo de preguntas que me hago como investigadora. El discurso en la academia desde acá ha sido fuertemente el de la productividad, que por supuesto, responde a una lógica neoliberal de hacer academia. Un académico preocupado principalmente de cumplir con los requerimientos básicos de adjudicación de fondos y publicación.

Con Roxana Chiappa (también integrante de RIECH), acabamos de sacar un artículo sobre este tema, y lo llamamos “Camisa de fuerza académica” (Academic Harness), y la idea principal ha sido cuestionar formas de hacer conocimiento. Entrevistamos académicos que realizaron sus doctorados en el extranjero, que tuvieron la experiencia de pensar la investigación en Chile desde un contexto distinto. Gracias a esa investigación pudimos ver los procesos para construir conocimiento en las universidades chilenas, los desafíos, las tensiones, los privilegios, etc.

La invitación que yo me hago día a día, es a atrevernos a pensar y repensarnos en estos espacios de construir conocimiento. Creo que mis múltiples identidades me obligan a ello, desde lo que escribo frente a mi computadora hasta lo que enseño en la universidad.

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